Más tarde ingresó en el estudio de Jalón
Ángel, que le enviaría a París para que
aprendiese fotografía eléctrica y al que acompañaba
a El Pardo para retratar a Franco. Ya entonces había
observado Antonio que el fútbol base estaba muy abandonado,
que apenas había reporteros gráficos que perdiesen
en tiempo en esos barrizales o en esos partidos épicos
de las categorías inferiores. El momento mágico
de esa difusión llegó con la sección
"Desfile de clubs" que hacía en la contraportada
de "Oriéntese". Cada vez que pisaba un campo,
con su cuerpo menudo, sus pesadas cámaras y su ojo
centinela, se producía una gran alegría: tarde
o temprano, ese equipo aparecía con su presidente,
su entrenador y su plantilla al completo en las páginas
de la revista. Era la fiesta de los humildes. El fútbol
se convirtió en la pasión de su vida. Inauguró
su propio estudio propio y colaboró con todos los medios
aragoneses.
Hace algo más de 30 años se convirtió
en el fotógrafo oficial del Real Zaragoza. Su carrera
empezó con el esplendor de "Los Magníficos".
Su cámara ha captado a una patrulla de futbolistas
de leyenda: Lapetra y Violeta, que le han dejado una huella
imborrable, pero también Nino Arrúa, Carlos
Diarte, García Castany, Barbas. En realidad, a todos:
los artistas, los fajadores, los buenos profesionales, la
rabiosa fe del zaragocismo. Entre los miles y miles de instantáneas
que conserva, siempre recordará las que le hizo a Edson
Arantes do Nascimento, Pelé, "humilde, sencillo
y amable" en aquella noche épica en que Iselín
Santos Ovejero derribó el travesaño.
Calvo Pedrós, zaragocista hasta la
médula, siempre recordará el mayor momento de
felicidad de su carrera: aquel diez de mayo en que los aragoneses
tomaron París, primero en las calles, y luego en el
estadio ante el Arsenal en la noche inolvidable en que Nayim
soñó el gol del siglo. Aquel día, suele
decir, Aragón conquistó París. Ahora,
Calvo Pedrós reposa y ordena sus archivos
de todo: de fútbol, de calles, de toreros, de futbolistas,
del Plata, del Tubo, del Oasis, de actores y actrices. Ha
sido el reportero cómplice, bondadoso, que jamás
robó una foto, y que nos enseñó a todos
a mirar el deporte como un bien necesario, como una forma
de convivencia y de belleza.
Antón CASTRO.
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